Material de apoyo: Anya

Estado – seguridad – poder

En un sistema no determinista, pequeños cambios pueden conducir a consecuencias totalmente divergentes. Una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, puede generar un efecto considerable a medio y corto plazo. El movimiento desordenado de los astros, el desplazamiento del plancton en los mares, el retraso de los aviones, la sincronización de las neuronas; todos son sistemas caóticos o «dinámicos no lineales». Edward Lorenz

El paradigma tradicional, realista o estatocéntrico, inspira su pensamiento en la relevancia del Estado como ente generador de relaciones provenientes de esferas internacionales. Al entender al Estado como un “cuerpo político caracterizado por ser una organización dotada de la capacidad para ejercer y controlar el uso de la fuerza sobre un pueblo determinado y en un territorio dado” (Baca, Bokser, Castañeda, Cisneros, y Fernández, 2000, p. 222), se asimila que el poder adquirido por los gobernantes se convierte en la representación del sentir de la sociedad,  que representa no sólo a la sociedad política sino a la sociedad real.  Según Ferraro (2009) la estructura de un Estado “resulta de un acuerdo voluntario, o contrato social, hecho por individuos que reconocen que solamente el establecimiento de un poder soberano podía preservarlos de la inseguridad, el desorden y la brutalidad del estado de naturaleza” (p. 49), soberanía que a lo largo de la historia fue ejercida y anhelada por civilizaciones, naciones, imperios y colonias, que encontraron en el Estado, el mecanismo para identificar a grupos sociales unidos alrededor de creencias, valores y costumbres similares, generando identidades fragmentadas y posiciones estatales en las que se privilegió el uso del poder como mecanismo de dominio y la necesidad de seguridad como aparato de respuesta.    

La importancia del Estado, fue destacada alrededor de los 321 años A.C. por Kautilya, personaje que jugó un papel importante en la configuración del imperio Hindú. En su Arthasastra, discutió sobre los mecanismos utilizados para la administración de un imperio, priorizó la defensa del Estado y lo consideró como una institución necesaria para el desarrollo humano (Claude y Alvarez, 2005, p. 16 – 17).

Uno de los sistemas que apareció como respuesta a la necesidad de estructura de los Estados fue el sistema político, desde donde se impulsó pensamientos discímiles que originaron la emergencia de aquellos que a través de la demostración de su poderío buscaban imponer su hegemonía. Surgió entonces, un patrón de comportamiento: la guerra. Sun (2015) afirmó que “La guerra era de vital importancia para el Estado (…) el camino hacia la supervivencia o la pérdida del imperio (…) había que valorarla en términos de doctrina, tiempo, terreno, mando y disciplina” (p. 6).  Tucídides, considerado el padre del realismo político por la apreciación que atribuyó al poder en las relaciones entre Estados, escribió el relato de cómo se hizo la guerra entre atenienses y peloponesios destacando su importancia por la conmoción que afectó a griegos, bárbaros y a la mayor parte de la humanidad (Macía, 1989). Se conjuga entonces la relación Estado – poder y su recursividad con la guerra como instrumento que origina seguridad e inseguridad.

De la relación Estado – poder – seguridad, surgió la necesidad de normar aquello considerado como bueno o como malo, a pesar de que desde una perspectiva compleja en la relación [sujeto – objeto – sujeto] lo atribuible como bueno en una sociedad puede ser considerado como malo para otra. De donde resulta que, idealmente el Estado, debía investir a la política de prudencia.

Según los principios Aristotélicos, el Estado debía trazar líneas divisorias entre lo que se debe y no se debe hacer, así como, conjugar su accionar con la prescripción de buenas labores (Barja y García, 2005). Es decir, a través de la política se implementó doctrinas de pensamiento que guiaron a los Estados y sus sociedades, pues era imperativo que el ordenamiento jurídico de los Estados se contraponga al primitivismo originado por el estado de la naturaleza. Según Hobbes el estado de la naturaleza identificaba a las relaciones sociales del hombre según sus instintos agresivos y la lucha de todos contra todos, en donde imperó la ley del más fuerte (Rodríguez, 2009, p. 18). Era entonces, una condición social entendida como aquella en la cual  primaban las nociones de anarquía y la lucha constante por el poder, situación que originó el reconocimiento de los Estados como mecanismo de respuesta hacia la consecución de una estructura local e internacional representativa de los intereses nacionales.

“En el pensamiento político clásico se concibió al Estado como resultante de un pacto, de un contrato entre los hombres para convivir en sociedad” (Valdés Vega, 2007, p. 34), en su organización política se limitó su gobierno a contextos territoriales, pues se acogió en su seno a varias ciudades o pueblos. Surgió entonces, la necesidad de asociar al crecimiento del Estado con la apropiación de territorios y consecuentemente la hegemonía de los más fuertes, de aquellos que, de un lado ostentaban el poder y del otro aquellos que, a manera de emergencia, les urgía desarrollar sistemas de seguridad o viceversa, pueblos que bajo el argumento de seguridad buscaban fortalecer sus bloques de poder. La dialogia seguridad – poder, conformó un sistema de gobernabilidad en donde sus interacciones originaron intereses estatales de apropiación.

El pensamiento extremo empezó a surgir, a tal punto de encontrar ideas como las de Maquiavelo, quien separó la esfera política de la moral y expusó que “solo desde la perspectiva de la utilidad puede ser juzgada la trayectoria de un jefe de Estado, en sus actividades de gobierno el príncipe solo debe guiarse por el fín” (Maquiavelo, 2009, p. 13 – 14). Desde otro punto de vista, Morin (2006) afirmó que (…) “El Estado constituye el aparato central de mando y control de la sociedad. Su poder es de conocimiento, de decisión, de dominación, de represión. (…) El Estado produce su código, sus leyes, sus decretos. (…) El Estado establece orden y se apropia del monopolio de la violencia” (p. 199). La figura del Estado, se afianzó como mecanismo representativo del pensamiento social, en sus dimensiones varias, ante contextos nacionales y foráneos.          

En la era planetaria, definida por Morin y Brigitte (1993) como aquella en donde “se inicia con las primeras interacciones microbianas y humanas, luego con los intercambios de vegetales y animales entre el Antiguo y el Nuevo mundo” (p. 17) el predominio de los Estados europeos empezó a sentirse a lo largo y ancho del planeta. La concepción europea vislumbró: El conocimiento de occidente en contraposición al misticismo en oriente, el desarrollo occidental y su antagonismo con el primitivismo de América Latina y Africa, el centrismo conquistador y las colonias proveedoras explotadas. En sus antagonismos, el comportamiento del ser humano se invistió de una lucha permanente por el poder.

Así por ejemplo, en el idealismo de Wilson, se propuso la creación de la sociedad de Naciones como garantía de un sistema social colectivo de los países miembros (del Alcazar, Tabanera, Santacreu, y Marimon, 2003, p. 203), sin embargo, a pesar de que en sus objetivos se privilegió la paz y la cooperación, dicho pensamiento dio origen a la creación de un sistema centrista investido de poder. Hans Morgenthau, Henry Kissinger y Kenneth Waltz, tomaron como punto de partida en su estudio de relaciones internacionales a los hechos acaecídos en la realidad, en su teoría, se privilegió la “búsqueda del poder por parte de los Estados, la centralidad de la fuerza militar dentro de ese poder y la permanente inevitabilidad del conflicto en un mundo de soberanías múltiples” (Halliday, 2002, p. 35). En el realismo político, se sostuvo que, la política como la sociedad en general está gobernada por leyes objetivas que encuentran sus raíces en la naturaleza humana – el concepto de interés definido en términos de poder –  (Solís y Peñas, s / f, p. 41).

En los preambulos de la primera guerra mundial el poder tomó la figura del capital detrás de la matriz energética petrolera. En los preludios de la segunda guerra mundial, las manifestaciones de poder tuvieron tintes coalicionistas: Alemania – Japón – Italia, en su afán expansivo; Estados Unidos – Inglaterra – Rusia, construyendo su camino para convertirse en superpotencias mundiales. A inicios de la guerra fría, las expresiones de poder aparecieron con confrontaciones ideológicas hegemónicas entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los sistemas en conflicto: el capitalismo y el socialismo. A decir de Sodupe (2002) en épocas contemporáneas, la tendencia hacia la dominancia del sistema internacional por parte de un Estado, el interés, el poder económico mundial. La respuesta hacia la dominancia del poder: La seguridad.

Los discursos coalicionistas de los Estados hegemónicos, se invistieron de conceptos de seguridad como una de las dimesiones de influencia del poder, así como, se constituyó en un tema sobre el cual se implementó acciones de dominancia mundial. Aspectos bélicos, alimentarios, humanitarios, soberanos, derechos…, se configuraron como prioritarios en el escenario social y formaron parte de los temas de discusión que agendaron los organismos internacionales.

Desde la perspectiva de Cujabante (2009)

(…) Un Estado estará seguro siempre y cuando tenga la suficiente capacidad militar como para poder responder a políticas de statu quo, imperialistas o de prestigio, llevada a cabo por actores del sistema internacional, además de contar con los recursos necesarios para ir a la guerra si fuera necesario (p. 98).  

Afirmación que nos permite dimensionar la influencia que tuvo y tiene la seguridad en la política internacional, su interdependencia con el poder y la necesidad de ambos, por contar con una estructura mayor representada por el Estado.

La triada Estado – seguridad – poder , puso en la base de su organización, a sociedades que buscaron en el Estado el instrumento para dotar al gobierno de un poder investido de soberanía en cuyo pensamiento se imprimió tendencias políticas que buscaban liberar a los Estados del imprinting natural del ser humano, gestándose instituciones estatales que se atribuyeron el poder de ejecutar estrategias expansionistas que sobrepasaban su soberanía.

Fruto de la coacción física entre Estados, aparecieron tendencias de pensamiento: Estados que mediante la estrategia de coalición de naciones buscaban alcanzar un poder internacional para que mediante sus oficios se garantice la seguridad de los pueblos; Estados que en su empeño de alcanzar el poder, no les inmportaba violentar la seguridad de sociedades nacionales o foráneas; Estados que mediante la búsqueda de un poder omnimodo, inquirieron implementar sus concepciones de seguridad, en un mundo que debería depender de su pensamiento.

Ojeda, Jorge

El Tratado de Westfalia

Desde el siglo XVIII se han considerado que los tratados de 1648 en Osnabruck y Munster que pusieron fin a la guerra de los 30 años se convirtieron en un hito importante en el sistema jurídico internacional y dieron pie a los derechos clásicos de las naciones. Este sistema fijó: La soberanía absoluta e igualdad de los Estados; las normas por las que se regían las relaciones con los otros Estados solo podían ser establecidas por los propios Estados; los acuerdos entre dos o más Estados eran la única fuente del derecho internacional; Los Estados eran los únicos sujetos del derecho internacional y tenían un estricto dualismo entre el ordenamiento jurídico nacional e internacional.

Elementos del Estado

  1. Soberanía: Una implicancia básica de la soberanía estatal es que el Estado posee un control exclusivo sobre su territorio y sobre la población que la habita. Además, este poder que ejerce no puede ser cuestionado, y si es necesario, deberá probar que puede sostener esta prerrogativa frente a otros actores del sistema, ya sean éstos del propio territorio o externos (otros Estados, corporaciones económicas ).
  2. Territorio: El Estado controla una determinada porción de tierra, espacio aéreo, ríos interiores y espacio marítimo, así como las riquezas que se hallan en el subsuelo (petróleo, minerales, etc.). Esta porción territorial está estricta y fehacientemente delimitada y reconocida a su vez por los demás Estados. Sobre esta porción territorial, el Estado posee una autoridad indiscutida, o sea, es
    soberano.
  3. Población: El conjunto de personas que residen en el territorio estrictamente delimitado en un momento particular.
  4. Aparato administrativo de naturaleza burocrática: Desarrollo de instituciones destinadas a controlar y gestionar los distintos ámbitos de la vida de la población. Este control y gestión va desde las tareas irrenunciables de todo Estado (defensa exterior e interior, cobro de impuestos, documentación e identificación de la población, etc.), como así también aquellas tareas y obligaciones que fue adquiriendo con el paso del tiempo y hasta la sucesión de luchas políticas y sociales (atención de la seguridad social, educación, salud, política ambiental, etc.). Este aparato burocrático, creciente y especializado, se ocupa de la administración de la vida cotidiana de la población. Es en este sentido, el brazo ejecutor de la política. Para aquellas decisiones extraordinarias que requieren decisión de un rumbo determinado y/o de transformaciones de la realidad, los Estados se han visto en la necesidad de garantizar una instancia de mando y deliberación.
  5. Gobierno: El gobierno, entonces, se constituye en esta instancia para la toma de decisiones trascendentales y es quien determina el rumbo específico. Como afirma el constitucionalista argentino, Germán Bidart Campos (1927–2004), “el gobierno representa al Estado y actúa en su nombre”, o sea que “son los hombres titulares del poder del Estado quienes conforman el gobierno” (Bidart Campos, G., Lecciones elementales de política, Buenos Aires, EDIAR, 1987, “Elementos del Estado”).

Tipos de Estado

Estado absolutista

Podemos ubicar este tipo de Estado en Europa entre el siglo XVI y finales del siglo XVIII. El término de absolutismo, acuñado durante el siglo XIX por el liberalismo, está en estrecha relación con el concepto de poder. Efectivamente se denomina “absolutismo” por cuando la utilización y concepción que los monarcas hacían del poder era absoluto. Pero, el Estado absolutista no es necesariamente sinónimo de tiranía o despotismo. La existencia de límites y regulaciones está mediando entre estas concepciones de Estado. Como afirma Pierángelo Schiera refiriéndose al absolutismo “se trata entonces de un régimen político constitucional (en el sentido de que su funcionamiento está, de cualquier manera, sometido a limitaciones y normas preestablecidas), no arbitrario (en cuanto que la voluntad del monarca no es ilimitada) y sobre todo de tipo secular, profano.” (Schiera, Pierángelo, “Absolutismo”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino eds.-, ob. cit., págs. 1 a 8).
El Estado absolutista es la consolidación del poder bajo la tutela del monarca en relación con los “reinos” que proliferaban en Europa durante los siglos precedentes. Podría afirmarse que con los estados absolutistas a partir del siglo XVI, comienzan a delinearse los contornos del Estado moderno. Las características que guardan estos estados fueron evaluadas favorablemente por Nicolás Maquiavelo en su célebre tratado El Príncipe, cuando hace mención a la unificación que durante el siglo XVI estaban llevando adelante los reinos de Castilla y Aragón. Las características que poseía el Estado absolutista fueron la concentración del poder con respecto a los reinos menores y su consecuente delimitación geográfica. Esto se evidencia a través de la posibilidad manifiesta de imponer sus decisiones sobre los otros dentro de su territorio.

Estado liberal

El liberalismo como corpus ideológico reconoce algunas influencias de gran trascendencia. El primero que destacaremos en este trabajo será John Locke (1632 – 1704), quien escribió el Segundo tratado sobre el gobierno civil, aparecido en el año 1690. La otra gran influencia fue Adam Smith (1723 – 1790), quien con su libro Investigación acerca de la Naturaleza y causa de la riqueza de las naciones, aparecido en 1776, se constituyó en el fundamento teórico del libremercado.
El liberalismo surge en Europa, particularmente en Inglaterra. Podemos ubicarlo a partir de mediados del siglo XVII y cobra pleno desarrollo teórico en el siglo XVIII. Los hechos históricos más importantes con los que se relaciona al liberalismo en sus inicios fueron los sucedidos con la “Gloriosa Revolución” de A partir de allí se abandona los postulados del Estado absolutista y se comienza con los lineamientos de una monarquía constitucional.

Existen un número de postulados básicos que caracterizan al liberalismo como forma de vida y de organización económica, política y social. Algunos de estos son:

  • Defensa y reivindicación del individuo en contraposición a una sociedad por estamental y corporativa, característica de la Edad Media.
  • Defensa de la libertad, en todos sus ámbitos (económico, político, religioso, cultural, etc.)
  • Defensa de la propiedad privada, como fundamento del desarrollo económico y político.
  • División de poderes, garantizando de esta manera una distribución del poder y evitando los poderes absolutos.
  • Importancia de la ley y del constitucionalismo como medio para evitar la arbitrariedad del poder. La ley no es un producto de la divinidad (trascendental), sino que es el producto del debate y del consenso entre los hombres.
  • Fundamentación del corpus ideológico en la racionalidad del individuo y en el creciente proceso de secularización social.
  • La idea fuerza de la construcción política a través de un “contrato” realizado de manera voluntaria (pacto de asociación).
  • La economía debe seguir un “orden natural” (espontáneo) sin mayor intervención de los hombres para alcanzar ciertos niveles de opulencia y bienestar. Mientras menores sean los controles, mejor funcionará el “mercado”.
  • La ambición por lograr una transformación social de la sociedad.

Estado de bienestar

Esta forma particular de Estado encontró un desarrollo sistemático en Europa Occidental con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. Si bien podemos encontrar algunas acciones de política social en la Alemania de Bismark hacia finales del siglo XIX, y también como consecuencia de la crisis económica de 1929, la conformación definitiva y sistemática de esta forma estatal y su correlato político se asienta a partir de 1950, conociendo su “época de oro” durante las décadas del 50 y del 60 para llegar a una progresiva etapa de agotamiento hacia finales de la década de 1970. El Estado de bienestar keynesiano, así se lo conoce, se estructuró sobre una reconceptualización de las funciones del Estado, inspirada principalmente sobre la obra de John Maynard Keynes (1883 – 1946), economista inglés, a partir de su libro Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero, publicado en 1936.
Para sintetizar el concepto de Estado de bienestar, recurriremos al trabajo de Gloria Regonini quien lo desarrolla de la siguiente manera en el apartado sobre el “Estado de bienestar” incluido en el Diccionario de Política de N. Bobbio:
“Es necesario llegar a la Inglaterra de los años cuarenta para poder encontrar una afirmación explícita del principio fundamental del Estado de Bienestar: independientemente de sus ingresos, todos los ciudadanos – en cuanto tales – tienen el derecho a ser protegidos – con pagos en efectivo o con servicios – en situaciones de dependencia de largo plazo (vejez, invalidez) o de breve plazo (enfermedad, desempleo, maternidad). El eslogan de los laboristas ingleses de 1945 ‘la parte justa para todos’ resume con eficacia el concepto universal de las prestaciones del Estado de bienestar” (Regonini, Gloria, “Estado de bienestar”, en Bobbio, N.; N. Matteucci y G. Pasquino eds.-, ob. cit., pág. 551).
Para comprender el contexto en donde se desarrolló este tipo de Estado, debemos remarcar que existe una relación directa entre este tipo de organización y el desarrollo de un capitalismo industrial, con una amplia base de trabajadores asalariados y también con una alta tasa de sindicalización. A partir de allí, el objetivo del Estado fue siempre mantener altos niveles de ocupación, cercanos al pleno empleo, y con un alto poder adquisitivo de la población para mantener altos niveles de productividad. Estas condiciones son indispensables para lograr una eficaz política redistributiva

Estado neoliberal

Intelectuales y pensadores como Milton Friedman (Premio Nobel de Economía en 1976), Samuel Huntington, Michael Crozier, Rudiger Dornbusch y otros, encabezaron las críticas, económicas y políticas, al Estado de bienestar hacia mediados de la década de 1970. Con la crisis del Estado de bienestar como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973 y de su gran déficit fiscal entre otras causas- comienza a surgir una corriente de pensamiento, con una matriz fuertemente economicista en la concepción de la organización social, conocida como “neoliberalismo”.
Para lograr un entendimiento cabal acerca del Estado neoliberal, necesitamos comprender la relación que existe con el fenómeno de la globalización (ver el trabajo de Antonio Federico que forma parte de la bibliografía obligatoria de esta asignatura). Este cambio de paradigma mundial nos permite una mejor comprensión de los cambios que se produjeron en la relación Estado – sociedad a partir de las transformaciones en el aparato estatal.
Esta creciente tendencia globalizadora, que se vio fortalecida como consecuencia de la caída de la URSS a fines de la década del 1980, fue erosionando la capacidad de los estados nacionales para controlar y regular sus políticas económicas. Con la movilidad y la libertad de que gozan los flujos de capital y de información, los Estados se han visto en la necesidad de competir por la atracción de los capitales en un mercado mundial cada vez más interdependiente.

Consejo de seguridad de las Naciones Unidas

En la Carta de las Naciones Unidas, se estipula que las funciones y poderes del Consejo de Seguridad son:

  • mantener la paz y la seguridad internacionales de conformidad con los propósitos y principios de las Naciones Unidas;
  • investigar toda controversia o situación que pueda crear fricción internacional;
  • recomendar métodos de ajuste de tales controversias, o condiciones de arreglo;
  • elaborar planes para el establecimiento de un sistema que reglamente los armamentos;
  • determinar si existe una amenaza a la paz o un acto de agresión y recomendar qué medidas se deben adoptar;
  • instar a los Miembros a que apliquen sanciones económicas y otras medidas que no entrañan el uso de la fuerza, con el fin de impedir o detener la agresión;
  • emprender acción militar contra un agresor;
  • recomendar el ingreso de nuevos Miembros;
  • ejercer las funciones de administración fiduciaria de las Naciones Unidas en “zonas estratégicas”;
  • recomendar a la Asamblea General la designación del Secretario General y, junto con la Asamblea, elegir a los magisterios de la Corte Internacional de Justicia.

La voluntad de poder (Nietzsche)

Desde la óptica cosmológica, decir que el mundo es voluntad de poder significa que lo real es un conjunto de fuerzas desiguales, cualitativamente distintas entre sí, que dominan y son dominadas, en lucha incesante, que les impide alcanzar el equilibrio, pues Nietzsche define precisamente la fuerza como voluntad de poder . Contrariamente, la ciencia moderna ha tratado de ignorar, según Nietzsche, el componente cualitativo y desigual de la fuerza, buscando la medición y cuantificación de las mismas, su reducción a fórmulas numéricas y su igualación. A través del mecanicismo, de la cuantificación y matematización de los fenómenos, la física moderna ha tratado de anular las diferencias entre las fuerzas que componen al universo, creando un modelo de naturaleza, dominado por la idea de equilibrio y orden.

Dios ha muerto: La frase no significa que Nietzsche creía que existía un Dios y había muerto…, En su frase, Nietzsche expresa que no solo Dios murió, sino que el ser humano en su proceso de comprensión del mundo dejó a un lado a Dios.

El derecho internacional está integrado por acuerdos entre Estados: Tratados, pactos, convenios, cartas, memorándum, declaraciones conjuntas, intercambios de notas…, empezaron a configurarse y a tener valía internacional.

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